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El padrino Anthony Magri nació en Catania, Sicilia. Llegó a los Estados Unidos en 1967 cuando era adolescente. Con una licenciatura en Educación y una maestría en Español, Anthony trabaja para el Distrito de Columbia y vive en el estado de Maryland. En su tiempo libre, él se dedica a su pasatiempo favorito: la fotografía.
Aquí, Anthony habla sobre su apadrinamiento de María y su visita a Colombia para verla.
La idea de apadrinar un niño me nació durante un viaje a mi país natal de Italia. Fuimos a ver a una prima de mi madre quien trabajó de maestra hasta jubilarse. Ella apadrinaba una huérfana de Europa Oriental y enviaba dinero periódicamente para brindarle salud, educación y bienestar.
Eventualmente, esta huérfana creció y se convirtió en maestra también. Cuando vimos la prima de mi madre, ella acababa de haber recibido una visita de su pupila. Su apadrinada ya era una adulta y estaba casada con un hombre que también fue apadrinado por medio de la misma organización. Ella era maestra y él médico. Los dos trabajaban para esa organización. La prima de mi madre dijo, “Ella es la hija que nunca tuve”. Le dije a mi madre que eso era lo que yo, un soltero de por vida, quería hacer.
Después de probar varias organizaciones, encontré un periódico, en el cual leí un anuncio que por poco me hizo gritar. Esto era lo que buscaba.
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Sin lugar a dudas: 1) Visitar a mi apadrinada y 2) Recorrer el centro comunitario donde conocí varios maestros, un médico, una enfermera y algunos estudiantes. Les hice preguntas y todos se sintieron a gusto conmigo. Supongo que el hablar español ayuda bastante.
La oportunidad de que mis pequeños donativos contribuyan a la realización del objetivo común de educar a estos niños y crear más oportunidades para que ellos puedan superar la pobreza en que nacieron. Es algo que sus familias ni quizás la misma sociedad no pueden abordar. En Cartagena hay más de 20 mil niños necesitados (según dijo la Sra. Ana en el centro comunitario) que están siendo ayudados por CI. Seguramente el número total de niños necesitados es mucho más alto.
María, mi apadrinada, es la hija que nunca tuve. Tenía que conocerla en persona. Espero poder volver a verla.
Ella estaba un poco tímida, pero se fue abriendo durante mi visita. Le está yendo bien en la escuela. Parece agradarle más escribir que hablar. Sus cartas son cálidas y muy amigables. María es una niña inteligente, y con una buena educación, ella podrá lograr lo que se proponga.
Visité Colombia desde Bogotá hasta Cartagena. Es un país hermoso e interesante. Sus habitantes son amables y acogedores. No me importaría jubilarme ahí.
El poder de (cada) UNO significa para mí la habilidad de ayudar a alguien para que logre sus metas en la vida.
Creo que el apadrinar un niño es algo que todos podemos hacer. Es espiritualmente gratificante.
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