Lisa y Dave Hassler, padrinos de hace mucho tiempo, viven en Conroe, Texas. En 2006, la pareja y sus dos hijas apadrinaron a Kevin, hoy de 17 años de edad. Hoy en día, Dave y Lisa también comparten el apadrinamiento del joven hondureño con sus tres nietos.
A continuación, Lisa habla sobre cómo el apadrinamiento ha transformado su vida.
Alguien de Children International vino a nuestra iglesia. Conocimos sobre los niños en el mundo que necesitan ayuda, y nos preguntamos, “¿Cómo podemos ayudar con algo así?”. Empezamos preguntándole a gente conocida. Fuimos a una biblioteca e investigamos.
Descubrimos que podíamos corresponder con nuestro apadrinado. Nuestras hijas nos preguntaban bastante acerca del niño apadrinado. Jennifer y Caitlin (en aquel tiempo de 12 y 9 años de edad respectivamente), hacían dibujos y los enviaban. Incluso, pasaron por una etapa donde querían enviar confeti en las cartas.
Apadrinábamos un niño antes de Kevin. La situación económica de la familia cambió, así que comenzamos a apadrinar a Kevin. Hemos apadrinado a Kevin durante 10 años.
Recientemente hemos hablado sobre la posibilidad de viajar a Honduras a visitar a Kevin. Damos donativos adicionales según se necesiten, pero no había pensado en visitar hasta que mi nuero tocó el tema. Nos pusimos a hablar sobre la visita este último año. Es muy probable que lo hagamos en el futuro.
Una de las cosas más increíbles para mí era cuando recibíamos las cartas de seguimiento de CI. Conocíamos sobre cosas que simplemente no tenemos que vivir a diario. Cómo ellos viven comparado con la forma en que nosotros vivimos. Les decía a mis hijas lo grandioso que es tener zapatos o una lavadora y secadora de ropa.
Al criar hijos, lo primero que uno aprende es que uno aprenda más que ellos, en parte porque hay que llevar la delantera. Pero al impartir esos conocimientos, uno descubre que está aprendiendo igual o más que ellos.
Mi hermana Laura murió en un accidente de tren en Washington, D.C., el día de Año Nuevo en 1987. Ella estuvo en Nigeria como misionera dos veranos antes del accidente. Ella tenía una enorme compasión por las personas necesitadas en países en desarrollo. Tengo todas sus cartas. Ella me decía: “Tienes que [ir a Nigeria]. Tienes que hacerlo”. Era su pasión. Recuerdo cuando se daban estas oportunidades para apadrinar. Recuerdo haber pensado, “Podemos ayudar de esta manera”.
Se requiere de muchas personas para poder cuidar a los demás. Una a la vez. Se necesita que todos lo hagan juntos. Mi hermana podría ir. Yo me podría quedar en casa y ser mamá y ser madrina. Ha sido para nosotros una bendición poder hacer lo que hacemos.