- Liderazgo intelectual
Hace unos 20 años, Gerardo —ahora de unos cuarenta años— trabajó por una empresa de impresión en las Filipinas. Él operaba una máquina que envolvía papel en bobinas grandes. Un día, él estuvo trabajando como siempre cuando un compañero se resbaló. En un instante el hombre sería jalado al mecanismo rodante. Gerardo empujó al hombre para salvarle su vida, pero al hacerlo, la máquina agarró la mano de Gerardo y la pulverizó.
Gerardo sobrevivió, pero perdió su brazo derecho por encima del codo.
Pero antes de que se sienta pena por él, usted debe saber esto: Gerardo considera su brazo perdido un trofeo. Después de todo, él salvó a alguien de la muerte. Y en vez de impedirle, este reto ha mejorado la calidad de su vida.
Gerardo y su esposa, Julie, tienen tres hijos en el programa de apadrinamiento de CI. Poco después de que su hijo mayor, Christian, fue apadrinado en 2003, Gerardo empezó a trabajar como voluntario en nuestra agencia en Manila. Al principio, él se encargó de asegurar que las familias que supervisaba —en un área de varias cuadras, incluyendo su propio vecindario— llegaran al centro comunitario los días que tenían que ir para citas médicas o dentales, para recibir asistencia familiar y regalos, y para tomarse fotos o escribir cartas a sus padrinos.
A él le gustaba que los niños estuvieran tan alegres y que los padres quisieran verle porque sabían que él traía buenas noticias. “Me sentí bien por lo que estaba haciendo”, dice Gerardo. “Estoy feliz que puedo ayudar no sólo a mi familia, sino a muchas otras personas. Asimismo, fue otra oportunidad para inspirar a los demás y demostrarles que tener una discapacidad no es un obstáculo para ayudar a los demás y hacerles felices”.
“El ayudar a los demás me hace feliz”, dice Gerardo. “Uno no tiene que ser rico para hacer eso”.
Hace unos cinco años, Gerardo se comprometió aún más como voluntario de CI cuando accedió a ayudar con el mantenimiento de las instalaciones. Ahora él es una de las personas confiables que mantiene limpio el centro comunitario para el personal y las familias. Él es empleado de mantenimiento y también repara lo que necesita ser arreglado como manillas y hace plomería básica.
De acuerdo con su insignia de honor (su brazo perdido), todo el mundo se refiere a Gerardo como “Putol”, el cual significa “amputado” en filipino. Él no considera este apodo despectivo. De hecho, al menos parte de su actitud optimista se atribuye al hecho de que ha llegado a ser un atleta competitivo —algo que jamás se imaginaba antes del accidente—.
Un brazo perdido no impide a Gerardo. Aquí él está ayudando a distribuir suministros de emergencia en Manila después de que un tifón azotó al país isleño.
“Comencé hace unos seis años cuando hubo un entrenamiento provincial para personas con capacidades diferentes”, dice Gerardo. “Primero, entrené para el maratón, el lanzamiento de jabalina y el lanzamiento de disco”. Desde entonces, él ha entrenado cada día y últimamente ha ampliado su repertorio para incluir el lanzamiento de peso, la natación, y el tenis. Curiosamente, para entrenar él nada en el río al lado de su casa.
Además de inspirar a los demás, los esfuerzos atléticos de Gerardo también le dan la oportunidad de viajar por las Filipinas e incluso ganar un poco de dinero extra. De vez en cuando el gobierno local lo recompensa por representar la zona de Manila. “En 2014, gané la medalla de oro en el lanzamiento de peso y la medalla de bronce en el lanzamiento de jabalina y lanzamiento de disco”, dice mostrando su sonrisa contagiosa.
Cuando se le pregunta qué le hace lo más feliz, él no duda en responder. “Mis hijos”, dice orgullosamente. “Les va bien, tienen buenas notas y tenemos tiempo para estar juntos. Son niños asombrosos”, añade Gerardo. “Siempre les recuerdo que deben crecer como individuos fuertes y valientes y que nunca se olviden de las personas que les ayudaron a salir adelante, como el personal y sus padrinos de Children International”.
