- Impacto en equipo
- Ecuador
Además de enseñar a los demás, doña Carmen también practica lo que pregona —fabrica y vende productos de materiales “encontrados”—.
Children International tiene la dicha de contar con el respaldo de muchos colaboradores dedicados y apasionados. Desde otras organizaciones no gubernamentales, empresas privadas y entidades gubernamentales hasta nuestros colaboradores más importantes —¡padrinos, madrinas y contribuyentes como usted!—, juntos combinamos nuestras habilidades con los recursos y conocimientos de otras personas para fortalecernos y ser aún más eficaces.
Un grupo de colaboradores que apreciamos mucho son nuestras madres voluntarias. Sin ellas, se nos haría sumamente difícil operar como organización. Si los padrinos son el corazón de nuestro movimiento, estas almas apasionadas y dedicadas son el oxígeno que corre por nuestras venas. Extendemos nuestro infinito agradecimiento a las aproximadamente 6 mil madres voluntarias, quienes hacen tanto —atravesando lluvia y lodo para recordarle a una familia de una cita con el dentista, ayudándonos a coordinar la distribución de calzado, ofreciendo sus hogares para alimentar a los niños desnutridos en nuestro programa de nutrición o cualquiera de sus incontables formas de voluntariado—. Cómo quisiéramos poder destacarlas todas.
Así que, en ese contexto, honramos a cada una de ellas al enfocarnos en la historia de una madre voluntaria especial cuya vida fue transformada tras relacionarse más a fondo con su comunidad a través de Children International.
Doña Carmen (como se la conoce cariñosamente) al principio pensó que su voluntariado era una manera de ayudar a transformar la vida de otras personas, sin embargo no tenía la menor idea de lo mucho que transformaría su propia vida.
Antes de convertirse en madre voluntaria en nuestra agencia de Barranquilla, Colombia, hace unos cinco años, doña Carmen nos cuenta que ella era “una persona aburrida, a cada rato de mal humor”. Ella explica: “Cuando comencé como voluntaria, estaba separada de mi esposo y a menudo me sentía mal; padecía de dolor en las piernas y la cabeza. Me sentía agotada y sin aliento”.
No obstante, tras hacerse voluntaria, el círculo social de doña Carmen creció de manera exponencial. También experimentó un aumento paralelo en su bienestar. Ella comenzó a conocer a los empleados y voluntarios del centro comunitario. Ella describe el gran apoyo que recibió de todos, quienes la motivaban a adquirir más conocimientos y a echarle ganas. “Esas personas fueron un incentivo para mí”, explica ella con emoción.
Una de las cosas que más le ayudó fue haber asistido a los cursos y las charlas sobre la autoestima en el centro comunitario. “En cinco meses”, confiesa ella, “pasé a ser una persona diferente”.
Eventualmente, a doña Carmen se le pidió asumir más responsabilidades. Ella tomó talleres que la capacitaron para ser facilitadora de nuestro Programa de Educación Social y Financiera. Ella adquirió muchos conocimientos aun cuando enseñaba a los jóvenes apadrinados información básica sobre la finanza y el manejo de recursos, además de ayudar a inculcarles un civismo comunitario.
De hecho, fue uno de estos talleres que contribuyó enormemente a la transformación financiera de doña Carmen. Ella aprendió a reusar materiales que la gente suele botar para fabricar y vender artesanía decorativa y otros artículos como cinturones, monederos y platos. “Básicamente”, dice doña Carmen, “lo único que compro es la pintura; el resto es material que encuentro tirado. Descubrí que se pueden crear cosas maravillosas de las cosas que uno encuentra en la calle, y con lo poco que gano puedo comprar útiles escolares y artículos personales para mis hijas”. El hecho de que ella está ayudando a mantener más limpia su comunidad (a través de su propio esfuerzo y educando a los demás) es de gran valor para doña Carmen.
“¡Me siento rejuvenecida! Todos quienes me conocen notan los cambios”, dice ella. Según doña Carmen, Children International incluso salvó su matrimonio. “Cuando mi marido notó cuánto había cambiado”, añade ella, “él volvió y ahora me apoya con todo lo que hago”.
“Hoy tengo más relaciones, más amistades. Tengo mucho contacto con los niños y eso ha sido como terapia para mí porque me siento y pienso como si fuera más joven”, dice doña Carmen, riéndose.
En su cara se forma una sonrisa, la cual borra todo indicio de privación para encontrar la tranquilidad.